Meditación

¿QUÉ ES PARA TI LA MEDITACIÓN?

Objetivos

Este peculiar taller, no se ha elaborado para la participación online ni para la asistencia presencial. Todas las opiniones de los autores –tanto las que aparecen grabadas en videos como las impresas en textos- son las verdaderas artífices e instructoras del taller, el cual es una gota de agua en la inmensidad del océano de la meditación. Es también una breve divulgación de interpretaciones multiculturales sobre la misma raíz de la meditación y, al mismo tiempo, es una propuesta solo para aquellos navegantes de internet que llevados por el Destino o por el Misterio -o por el cartel publicitario, o por algún comentario de redes sociales o por otros motivos más prosaicos- accederán a su visionado. No creo que puedan encontrar nada destacable de entre toda la literatura meditativa, tradicional y contemporánea. Simplemente se pretende transcribir y divulgar opiniones de autores – multidisciplinales- sobre la meditación, a efectos de que cada una de las opiniones y debido a sus particulares frecuencias vibratorias de la Energía implícita en el Verbo-La Palabra, resuenen con la afinidad adecuada y útil para cada nivel de Conciencia-Energía de los navegantes, señalando así alternativas para la práctica meditativa, y mostrando algunos obstáculos para sortear la confusión que a veces nos atraviesa y pensar conjuntamente cómo la meditación nos puede ayudar a tener una vida más plena y feliz.

Tal vez muchos navegantes se habrán roto la cabeza con los textos eruditos de meditación, que probablemente estaban diseñados para expertos o para integrantes de un linaje determinado, y se habrán desanimado al ver la montaña de libros sobre complejas prácticas de meditación, quizás inapropiadas para la época actual donde la llamada Nueva Era parece masticar el “alimento espiritual” para que sea ultradigerible y de rápida asimilación.

Y aquí, en este taller, el navegante encontrará ese mismo alimento -no de otra calidad- que le viene a recordar algo de sentido común: que la meditación es apta para cualquiera, no hace falta profesar una religión o credo metafísico, ni disponer de estudios académicos para llevarla a cabo -¿ácaso se necesita conocer cómo es el desarrollo de la función de los alveolos pulmonares para poder así respirar?, ¿o saber la dinámica del píloro y duodeno dentro del sistema digestivo para que el organismo pueda asimilar los nutrientes de los alimentos?-, ni siquiera se requiere tener fé ni creer en Dios –o conceptos equivalentes-, tan solo se necesita recordar y recuperar la autocapacidad reflexiva e introspectiva cuya cualidad ha sido siempre intrínseca –como lo es la respiración de oxígeno y la digestión de alimentos- e inherente a la naturaleza humana, perdida dentro del movimiento de la vanidad de la estructura egoíca personal; por ello, y para conseguir ese objetivo, la meditación tiene que adaptarse a la realidad de cada sensibilidad-energia-conciencia, y que, además, tiene que llevarse a cabo de forma progresiva. La meditación es tan compleja como lo es la mente, pero su práctica debe hacer un esfuerzo de simplicidad para adecuarse a los ritmos cotidianos de nuestra vida real.

Probablemente sería más sensato para muchos navegantes construir el edificio meditativo con los cimientos y los pilares de las tradiciones contemplativas sagradas o filosóficas que tan sólidas se ha mantenido durante siglos por medio de sus reverenciadas autoridades eclesiásticas, guías terapéuticos, maestros espirituales o gurúes. El estrés de la vida moderna impone una presión tal a nuestras vidas que hace necesario, casi de forma urgente, encontrar un contrapunto de calma. Y esa calma a menudo hay que hacerla entrar con calzador en una agenda compleja y ruidosa. Cuando tenemos poco tiempo estamos obligados a simplificar, a encontrar lo esencial. La meditación moderna deja poco espacio a la liturgia, a los protocolos tradicionales que se realizaban dentro de un contexto monacal, o dentro del ashram, o de cualquier otra comunidad religiosa-espiritual con determinada aureola ideológica. Para muchos es arriesgado desnudar la meditación porque parece, por poner un ejemplo cercano, que una iglesia sin altares ni crucifijos es menos iglesia. Quizá todo se reduzca a una cuestión de gustos; sin duda, cada uno sabe lo que le conviene. Aun así, son muchos los que no han encajado del todo en las fórmulas tradicionales y se han empeñado en comprender qué es meditar y cómo se puede realizar esta práctica a la luz de las necesidades propias de nuestro tiempo.

   Es tiempo de búsqueda. Nuevos tiempos requieren nuevas respuestas; nuevas encrucijadas piden criterios amplios de elección. Es momento de desmitificar la espiritualidad en general y la meditación en particular. Si vamos a la meditación con la carga cultural de una tradición, con la aureola de santidad que la envuelve, con la complejidad de un ritual envarado, es posible que no demos con la frescura propia del arte de meditar. Lo natural en la meditación es una práctica sencilla. Es precisamente esa sencillez la que corrige la artificialidad de nuestra vida moderna. A veces perdemos la perspectiva. Seguramente, Buda se sentaba a meditar debajo de una higuera del bosque y Jesús encima de una roca del desierto. Las prácticas originarias eran bien sencillas. Con el curso de los siglos, las culturas meditativas han recreado rituales fantásticos, espectaculares y bien ornamentados… pero a menudo a costa de aquella simplicidad. Lo que le pasa a la tradición le pasa también a nuestra vida. Nuestra casa, que al comienzo tenía las paredes blancas y desnudas de ornamentos y los espacios ligeros , con el paso del tiempo va acumulando muebles y sus paredes se van llenando de más y más cuadros, La simplicidad se va volviendo barroca.

Todavía se suele acudir a la meditación como si fuéramos a una tienda de antigüedades, buscando piezas preciosas y acumulando tesoros incalculables… cuando en realidad la propuesta meditativa no es la de acumular un saber, sino la de vaciarse de tanto y tanto mobiliario que acumulamos en nuestra cabeza. Todo lo que pensamos acerca de los beneficios de la meditación probablemente sea un estorbo, ya que la cuestión fundamental no reside en la técnica, sino en dónde apunta esa técnica, es decir, cuál es la ética de intencionalidad cuando se realiza la practica meditativa y se va manteniendo operativa. Cuando somos capaces de hacernos esta pregunta, dejamos de ser adoradores de métodos y vamos a lo esencial. Seguramente, el fondo de toda técnica meditativa sea la de aterrizar en la presencia. Somos, por así decir, acechadores de presencia … de Eternidad …y Plenitud.

      La presencia es el tesoro de la meditación; no la idea de la presencia sino la experiencia de presencia, que unifica las dimensiones de nuestro ser, que transforma todo lo que envuelve. En el estado mental al que da lugar la presencia sentimos que todo lo que surge se desvanece, que todo es un baile de formas, que todo es impermanente. Si hay algo que permanece es el espacio interno donde todo acontece, es la luz de la consciencia que lo ilumina, es el fondo del Ser que es reflejado paradójicamente en cada circunstancia. Poca cosa más podemos decir.

    Si acordamos que toda meditación reclama presencia, podremos empezar a celebrar conjuntamente y a reconsiderar que todo método es meramente un puente que nos lleva de esta orilla, todavía confusa y sufriente, a la otra orilla, donde nos esperan la claridad y la plenitud. La única consideración inteligente es que cada uno encuentre la técnica que le ayude a superar sus obstáculos.  Lo importante es despertar, despertar del sueño de la razón y de la algarabía de nuestras vanidades. Esa es la religión de religiones: despertar, darse cuenta, abrir los ojos de par en par y ser conscientes de nuestro ser profundo y de la gran oportunidad de celebrar la vida cotidiana como una posibilidad de transformación y evolución psicoespiritual. La meditación está ahí, como un extraordinario despertador. Ahora, sólo es cuestión de encontrar la práctica “despertadora” adecuada para cada uno y darle cuerda … cada día.

Una breve historia de la meditación (1)

La palabra «meditación» procede de la misma raíz indoeuropea que medicina, medida y metro. El significado básico de su antecedente latino es «prestar atención a», con los significados relacionados de «reflexionar sobre algo», o «dedicarse uno a algo» El uso moderno surgió en el siglo XIX a través de la traducción de textos espirituales orientales. En el cristianismo católico tradicional, la meditación se refiere fundamentalmente a la lectura meditativa de las Escrituras; el equivalente más cercano del significado moderno de meditación se denominaba «oración contemplativa», una forma de oración silenciosa que iba más allá de los pensamientos y las imágenes.

   Nadie sabe cuándo comenzaron por primera vez las prácticas meditativas. Algunos especulan que empezaron entre los cazadores-recolectores que se sentaban alrededor de las hogueras y contemplaban las llamas y las ascuas. Si es así, podrían ser muy antiguas, ciertamente, ya que los seres humanos comenzaron a utilizar el fuego hace al menos un millón de años. La primera evidencia real de prácticas meditativas se remonta a alrededor del 1500 a.C., con la imagen de una figura sentada en la posición del loto en un sello encontrado en la India. Parece razonable aceptar, como hacen muchos indios, que los protoyoguis meditaban en los Himalayas y en otras partes, desde varios miles de años antes de los textos que se refieren a la meditación, como las Upanishads, que se escribieron alrededor del 800 a.C.

    El Buddha nació y vivió en la India y pasó años realizando prácticas ascéticas y meditativas con yoguis, antes de alcanzar la iluminación sentado bajo un árbol bodhi. El budismo se convirtió en un movimiento de masas en la India a partir del siglo v a.C., y en muchos monasterios los monjes pasaban parte de su tiempo meditando. Puede que la meditación haya evolucionado independientemente en China y otras partes de Asia, pero estuvo muy influenciada por la propagación del budismo mediante el establecimiento de monasterios. En China, Japón y Corea, las prácticas meditativas se establecieron mucho antes de la era cristiana, y, después de que el Tíbet se convirtiera al budismo en el siglo VIII d.C., las técnicas de meditación evolucionaron de distintos modos novedosos en cuevas y monasterios remotos, situados a elevadas altitudes. Estas técnicas incluían pasar largos períodos en completa oscuridad y aislamiento, la práctica de sofisticadas visualizaciones, y el yoga del sueño, como el cultivo del sueño lúcido, una especie de sueño en el que los soñadores se vuelven conscientes de que están soñando, como si despertaran dentro del estado de sueño.

    Algunos especialistas del judaísmo piensan que las prácticas meditativas de algún tipo están ya bien asentadas muy pronto en la historia judía, incluso en tiempos de los Patriarcas, y un verso del libro del Génesis sobre Isaac, el nieto de Abraham, podría referirse a una práctica de meditación. En la Biblia del rey Jacobo, la traducción de Génesis 24:63 dice: «E Isaac fue al campo a meditar al anochecer». La meditación se ha practicado también en la tradición mística judía, la Cábala, durante unos mil años.

    Con el desarrollo del monacato cristiano, comenzando con los monjes del desierto egipcio en el siglo 111 d.C., muy especialmente san Antonio del Desierto, un abanico de prácticas meditativas pasó a formar parte del ascetismo cristiano.  En las iglesias ortodoxas orientales, estos métodos se difundieron ampliamente, sobre todo bajo la forma de la «oración del corazón» o la «oración de Jesús», una plegaria muy breve que invoca el nombre de Jesús. La repetición de estas plegarias es muy parecida a la repetición de mantras en las tradiciones hindú y budista. El uso repetitivo de oraciones al estilo de los mantras es una práctica común en la tradición católica romana, especialmente utilizando rosarios.

      En el mundo islámico, los grupos sufís fomentaron la meditación, sobre todo utilizando uno de los nombres de Dios, repetido una y otra vez, de nuevo, como un mantra. Esta práctica se denomina zhikr o dhikr.

Algunos occidentales aprendieron prácticas meditativas en la India y en los países budistas en el siglo XIX, y se enseñaron también en movimientos esotéricos como la Sociedad Teosófica. La meditación se difundió más ampliamente en el siglo XX a través de una serie de maestros asiáticos, entre los que destaca el yogui indio Paramahamsa Yogananda (1893-1952), y el maestro japonés D.T. Suzuki (1870-1966), que despertó mucho interés en la meditación budista Zen, especialmente después de afincarse en Nueva York en los años 1950.

    Una nueva era de interés por la meditación comenzó en los años 1960, como resultado de la revolución psicodélica, el surgimiento de la contracultura y el movimiento hippie. Después de que los Beatles se reunieran con Maharishi Mahesh Yogi (1918-2008) en 1967, las organizaciones que enseñaban meditación se hicieron cada vez más populares y tuvieron cada vez más éxito, como es el caso destacado del movimiento de la Meditación Trascendental del propio Maharishi. A comienzos de los años 1990, uno de los médicos particulares de Maharishi y de sus asociados más cercanos era el médico indo-americano Deepak Chopra. Tras su ruptura con el Maharishi en 1993, Chopra siguió difundiendo el mensaje de la meditación a millones de personas en Occidente. Además, la invasión china del Tíbet en 1950 empujó a muchos monjes y maestros tibetanos al exilio, incluido el Dalai Lama, con la consecuencia de que las enseñanzas del budismo tibetano se difundieron ampliamente.

      Actualmente se enseñan muchas formas diferentes de meditación en los países occidentales, incluyendo un amplio espectro de técnicas derivadas del hinduismo, muchos métodos budistas, como la meditación tibetana, la Zen y la Theravada, así como vipassana, que en su forma moderna se originó en Burma. Vipassana significa «penetración intuitiva en la verdadera naturaleza de la realidad», e implica estar plenamente atento a la respiración, los sentimientos, los pensamientos y las acciones.

    Las técnicas de meditación secularizadas se enseñan ahora ampliamente y se utilizan como terapia en los sistemas sanitarios. Al mismo tiempo, varias formas de meditación cristiana, judía y musulmana han sido recuperadas y se han popularizado. Uno de los pioneros de la investigación científica sobre la meditación fue un cardiólogo de la Harvard Medical School, Herbert Benson, que comenzó a estudiar la Meditación Trascendental a finales de los 60, y resumió sus resultados en su influyente libro The Relaxation Response. Otro de los investigadores pioneros, Jon Kabat-Zinn, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts, combinó prácticas vipassana y Zen con el yoga para configurar un sistema de entrenamiento llamado reducción del estrés basado en la atención plena. En los Estados Unidos, hay ahora cientos de clínicas de reducción del estrés en hospitales y centros sanitarios basadas en estos procedimientos, a las cuales los médicos pueden derivar a sus pacientes.

      Hay también muchos instructores de meditación mindfulness, e incontables artículos de periódicos y revistas que defienden la meditación como una técnica de reducción del estrés y mejora de la salud. Libros para el gran público cuentan cómo la meditación ha cambiado la vida de los autores y la vida de personas a las que conocen, y estos libros animan a sus lectores a cambiar sus vidas a través de la meditación. Uno de los más interesantes es A Mindfulness Guide for the Frazzled, escrito por el comediante Ruby Wax. Varios destacados ateos se han vuelto también defensores de la meditación, entre los cuales se halla Susan Blackmore, en su libro Zen and the Art of Consciousness; Sam Harris, uno de los Nuevos Ateos, mejor conocido por sus controversias antirreligiosas, enseña ahora meditación en cursos online. Su libro Waking Up: Searching for Spirituality Withouth Religion pretende ser «una guía de la meditación como práctica espiritual racional basada en la neurociencia y la psicología».

Actualmente hay una enorme cantidad de personas que meditan. En uno de los estudios más amplios y completos, los Institutos Nacionales de la Salud, de los Estados Unidos, hallaron que en el 2012 aproximadamente 18 millones de adultos —el 8 % de la población adulta de los Estados Unidos— y un millón de niños practicaban meditación. (1)

En el texto, que está contenido en la siguiente ventana/desplegable … se van hacer referencias a teorías y prácticas de contemplación pertenecientes principalmente a la filosofía de la antigua Grecia, al cristianismo y al budismo. Cada una de estas tradiciones posee sus cualidades específicas, pero también tienen importantes puntos de encuentro. La palabra castellana “contemplación” deriva del latín contemplatio, que corresponde al griego theoria. Ambos términos apuntan a una devoción total por revelar, esclarecer y hacer manifiesta la naturaleza de la realidad. Hoy en día, la palabra “contemplación” se suele entender como “pensar en algo”. Pero los significados originales de “contemplación “ y “teoría” tenían que ver con una percepción directa de la realidad no con los cinco sentidos o con el pensamiento, sino por la percepción mental. (2)

LOS ORÍGENES DE LA CONTEMPLACIÓN

 ¿QUÉ ES LA MEDITACIÓN PARA LA CIENCIA?

La meditación es uno de los secretos mejor guardados de la humanidad. Si algunos seres de otra galaxia vinieran para estudiarnos de cerca, leyeran nuestros libros de historia, vieran nuestras películas y buscaran en Internet, no alcanzarían a conocerla más que una forma muy superficial. Seguramente pensarían de la meditación lo mismo que muchas personas entienden que es: una técnica de relajación, útil para aliviar el estrés y como terapia secundaria en algunas enfermedades. Además, resulta que religiones como hinduismo y budismo y algunas otras, también la usan como parte de su culto. ¡Y esto es todo!! Lo que quedaría oculto aquí, es el papel de la meditación como herramienta de precisión para explorar la consciencia y el universo de forma científica, es decir, usando métodos empíricos semejantes a los propios del método científico (3)

EXTERNALIZACION CIENTIFICA DE LA MEDITACIÓN (I)
ESTUDIOS CIENTIFICOS DE LA MEDITACIÓN (II)

Referencias:

(1) Texto extraído del libro “La Ciencia y las practicas Espirituales” de Rupert Sheldrake (Ed. Kairós, 2019)

(2) textos extraídos del libro “Mente en Equilibrio” de B. Alan Wallace (Ed. Rigden-Institut Gestalt, 2009).

(3) textos extraídos del libro “Mente en Equilibrio” de B. Alan Wallace (Ed. Rigden-Institut Gestalt, 2009).